Dicen que todos tenemos manchas oscuras en nuestro historial de existencia. Historias de éstas, de las que no les contarías a tus hijos, no aptas para menores de edad. Pues bien ésta es la que cualquiera quisiera tener, ¿no?. Un mundo caótico en un pais de locos. Dementes cuerdos de atar. Latas en fantas demasiado heladas. Mi vida nunca fueron lápices en sillones con folios en blanco, hoteles caros y demasiadas rosas escondidas en la habitación. Siempre fui la que le toco comerselo todo. Los buenos y los malos rotos, aunque nunca fuera una proporción equilibrada. Cual canción empedernida, siempre quise parecer mayor. Siempre. A veces pensé que me daba ese punto, que me daba un nosequé, que me gustara tanto. Empezaron los chicos. Las noches de vicio. La falta de conexión. Estaba fuera de cobertura y era imposible contactar conmigo. El móvil se quedaba en casa, nunca me gustaba estar localizada y menos aún mantener estúpidas conversaciones a través del timbre de voz de la gente. No sé, manías extrañas supongo. Pero a fin de cuentas, manías. Aunque nadie lo supiera. Todos pensaban que los mundos de margaritas seguían existiendo. Dejé todo. Los estudios. Lo poco que tenía. Por un par de colonias fuera de serie, y un par de coloretes cada noche que no estás. Sí. Estoy repetitiva. Pero es que no puedo evitarlo. Sobre todo por tí. Mi mejor aliado en la cama y mi peor enemigo en la tierra.